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ARQUITECTO PEDRO BORRELL

ARQUITECTO PEDRO BORRELL

“Siempre he tenido un contacto muy cercano con mis hijos, y les he inculcado desde pequeños a disfrutar la naturaleza”.

A sus 27 años de edad, diseñó y construyó la obra de mayor envergadura de República Dominicana en la década de los 70. “National Geographic”, “Saturday Review”, “Selecciones” y “Geomundo” han publicado las fotografías de este destacado ingeniero, quien se ha especializado, además, en el campo de la arqueología marina y en la conservación del medio ambiente. Sus obras, tanto arquitectónicas, fotográficas y literarias son un referente y un legado inconmensurable de este destacado y noble artista.

A principios de los 80 le mandaron a preguntar desde la Presidencia de la República qué podría construirse en la ciudad. Cuarenta años después recuerda su respuesta como si hubiese sido ayer: podría hacerse un centro de convenciones (donde está ahora la cancillería); un hospital general (donde hoy funciona la Plaza de la Salud); y un acuario (para completar la trilogía de los parques educativos).

Confieso que soy su fan. No mezclo el trabajo con lo personal, pero en esta ocasión me es sencillamente imposible. Cómo no hacerlo al conversar frente a frente con el arquitecto responsable de las edificaciones que más me gustan de todo el territorio nacional: Centro León (Santiago); la sede del Banco Popular Dominicano o torre Popular; el edificio de oficinas gubernamentales Juan Pablo Duarte (El Huacal); el Acuario Nacional, y la sede del Grupo León Jimenes.

Estábamos en su oficina, prácticamente abarrotada de piezas que guardan historias muy singulares. Quería preguntarle por todo; mucho que contar, iniciemos desde el principio. Pedro José Borrell Bentz nació en Puerto Plata el 6 de octubre del año 1944; dos meses después sus padres, Agustín Borrell, un hombre tranquilo y de hogar, y Rosa Bentz, una artista innata, se trasladaron a la Ciudad Corazón.

“Mi papá era abogado, y durante la Segunda Guerra Mundial, cuando se desempeñaba como juez en Puerto Plata, se presentaron algunos problemas con el gobierno de aquel entonces; deja de ser juez, y nos mudamos a Santiago”, explica Borrell sobre el porqué sus progenitores salen de la Novia del Atlántico para radicarse en el lugar de origen de su papá.

En Santiago transcurrieron sus años mozos, de los que recuerda fielmente a Rosa: “Mi mamá era muy emprendedora y le gustaba pintar. De ella heredé lo de aventurero”, Menciona, al tiempo que recuerda que era un niño tímido, pero al mismo tiempo inquieto, en el sentido de que siempre tenía que estar haciendo algo.

“No fui travieso en la escuela, pero hablaba mucho y sacaba malas notas”, cuenta sonriendo el primogénito, hermano mayor de Rosa María, quien ha trabajado toda la vida en el sector salud, y de Rodolfo (un joven arquitecto que murió a los 32 años de edad). “Era un artista, hubiese sido más interesante el trabajo junto a él”, reflexiona el arquitecto con voz quebrantada. Pedro también tenía un hermano de padre, el ingeniero José Agustín, quien formaba parte de Borrell y Asociados, y quien lamentablemente también falleció.

LA FORMACIÓN DE UN CREATIVO

Grandes maestros de la plástica como Yoryi Morel y Guillo Pérez fueron sus profesores durante los cuatro años que estudió pintura en la Escuela Nacional de Bellas Artes de Santiago entre los años 1957 y 1961. En su adolescencia, también hizo cursos de carpintería y otras artes manuales, y es que el arte, definitivamente, corre por sus venas.

Borrell hizo la primaria en el Instituto Iberia, y la secundaria en el Liceo Ulises Francisco Espaillat, ambos en Santiago. Se graduó de Arquitectura en la Universidad Autónoma de Santo Domingo en el año 1967. Se instaló en la capital, primero un año en una pensión, y luego se fue a vivir a la casa de su tío Antonio Borrell, quien había retornado al país tras un exilio político de 31 años.

Al concluir sus estudios universitarios, tenía la intención de hacer una maestría en Francia, pero optó por tomar el cargo de director de la oficina de Planeamiento Físico de la Universidad Católica Madre y Maestra, puesto que desempeñó desde 1967 hasta 1971.

Vía la universidad también tenía la posibilidad de viajar para estudiar, pero era tanto el trabajo que la oportunidad nunca se dio, no con esos fines ni en esa época. “Mi verdadera maestría fue con Rafael Tomás Hernández mientras estuve con él. El arquitecto Hernández fue mi maestro”.

LOS TRABAJOS DEL ARTISTA

Pedro recuerda que mientras ejercía como director de dicha oficina, concursó para la construcción de una obra que albergaría oficinas gubernamentales. Su diseño ganó, y como era algo práctico, tenía también que estar a cargo de la construcción. Es por ello que se muda a la ciudad para poder construir el edificio que se conoce popularmente como “El Huacal”, cuyo diseño original es un conjunto de dos torres de 12 pisos que se conectaban entre sí.

“Se comenzó a construir como estaba previsto, ya teníamos las excavaciones. Pero un ingeniero de la Presidencia llegó y nos dijo que había que construir una sola torre de 14 pisos. Tuvimos, en el campo, que adaptar una torre a lo que ya habíamos comenzado hacer”, nos relata el arquitecto, quien se muestra sincero al decir que prefiere diseñar los edificios, pero no construirlos.

Los trabajos de construcción, que duraron alrededor de tres años, también fueron un gran reto debido a que es una obra vaciada a mano, usando ligadoras de hormigón. “Las grúas prácticamente no existían, habían muy pocas, ni montacargas. No había mucha tecnología en el país en ese momento, así que tuvimos que improvisar muchas cosas”.

En 1971, año en que gana la obra, funda la compañía Borrell Asociados; seis años más tarde, en el 1977, inicia la firma de bienes raíces Viviendas, y en el año 1982 crea Arquitectura del Sol, empresa que se dedica solamente al diseño.

Otro de los proyectos que ha marcado su carrera, sin duda lo es el diseño y construcción del Acuario Nacional de la República Dominicana, inaugurado el 8 de noviembre de 1990. “Era un proyecto muy complejo, con un diseño único”, asegura. No solo por la particularidad de la estructura, sino por el sistema de agua circular que debe tener. De ese modo siguió ligado a la construcción, ya que normalmente, quien diseñaba los planos, también debía construir el proyecto.

“Teníamos que sacar y retornar el agua al mar. Originalmente íbamos a sacar el agua directamente allí. Instalamos las bombas y en lugar de agua salieron chancletas y botellas plásticas. Tuvimos que rediseñar el sistema y hacer pozos”. Y es que “cada edificio tiene su propia personalidad; para la torre Popular, por ejemplo, tuvimos que ponernos a estudiar sistema de seguridad, de aires acondicionado… La construcción del edificio requería de mucha tecnología que nosotros no conocíamos, y nos pusimos a estudiar, y es que cada obra tiene sus particularidades”, detalla el arquitecto, quien en definitiva dice que, de todas sus obras, su favorita es el Acuario Nacional.

“Ha sido el proyecto más complicado y sigue siendo mi proyecto favorito, aunque te confieso que dejé de ir porque en mi última visita no lo encontré en buen

estado”, dice con tristeza profunda sobre la obra que muy bien podría definirlo, pues en ella se integra la arquitectura, la fotografía, el buceo, la arqueología submarina. No cabe duda, era la persona idónea para hacerla.

En 1992, la Cámara Dominicana de la Construcción le otorgó el premio “Obra más avanzada tecnológicamente para su época”, precisamente por el diseño y construcción del Acuario Nacional. Entre sus obras merecen destacarse también el hotel Barceló Tambor, en Costa Rica, hotel Barceló Bávaro Palace en Punta Cana, Museo de la Altagracia en Higüey, Centro Perelló en Baní, Conjunto Apartamentos antigua Cancha de Polo, puerto multimodal Caucedo, y el edificio La Universal de Seguros.

Sobre el sector construcción en general, opina que ha avanzado mucho. Entiende que en diseño y técnicas no hay nada que envidiar a ningún país latinoamericano. “Estamos totalmente al día con las últimas técnicas y sistemas de construcción a nivel de diseño, vamos muy bien, aquí hay un grupo de arquitectos que están haciendo una labor increíble”.

De hacer falta algo, menciona que sería aplicar regulaciones como las de los estacionamientos en paralelo, en la calle, que por ley se supone que está prohibido. Hacen falta también los parqueos de visitantes en los edificios y humanizar las áreas de servicio en los apartamentos. El arquitecto plantea, además, que el Gobierno debería centrarse en crear mini parques urbanos en los pocos solares que quedan en diferentes sectores.

AMANTE DE LA NATURALEZA

Como hemos dicho, la fotografía es su pasión, tanto es así que, cámara en mano, dedica parte de su valioso tiempo en capturar regalos de la naturaleza que cautivan a más de uno.

Pero Borrell está casado con Rosa María Vega (Pila) con quien ha formado una hermosa familia junto a sus tres hijos: Carlos José, quien dirige su propia empresa dedicada a la arquitectura y la construcción; Ulises y Manuel Andrés, ambos administradores de empresas. “Ulises, el más pequeño, tiene una empresa de administración de propiedades y es el administrador de la compañía de Carlos José. Manuel Andrés, también tiene su propia empresa”.

“Yo tengo mi compañía, pero también colaboro mucho con Carlos José porque soy su dibujante honorífico”, dice sonriendo al tiempo que recuerda que, por muchos años, Rosa María, su esposa, fue la jefa de la oficina y la que se encargaba de la parte administrativa”.

“Fue una gran ayuda porque así yo podría dedicarme a mis dibujitos”. Pedro y Rosa se casaron el 25 de julio

del año 1969. Ambos vivían en Santiago en una época donde todo el mundo era vecino y todos se conocían. Se trasladó a la capital en el mes de agosto de 1971, y para entonces, solo su hijo mayor, Carlos José, había nacido.

Pedro también se considera un hombre de mar, y es que, viviendo en Santiago, se pasaba todos los fines de semana (y también las vacaciones) en Puerto Plata. “Desde los viernes por la tarde hasta el lunes a las 6 de la mañana. En Puerto Plata tenía unos tíos que eran muy aventureros y pescadores, y vivíamos haciendo excursiones. Vivíamos en el mar”. Es por ello que tiene una predilección por el mar desde pequeño, y aunque salió a los dos meses de Puerto Plata, realmente nunca se separó de ella. Cuando comienza el auge del buceo, toma un curso y paralelo comienza la fotografía submarina, pues en tierra lo hacía desde mucho antes.

“Uno de mis tíos tenía un cuarto oscuro y me enseñó a revelar. Comencé con la fotografía entre los 10 y 12 años con una cámara Kodak Brownie que me dejaron como regalo. Ahí comienza mi pasión por la fotografía”. Gracias a ello, hoy cuenta con una serie de 108 libros a la que llama ensayos fotográficos, en ellos recopila un testimonio gráfico de diferentes regiones del país, monumentos, etcétera.

También le gusta disfrutar de la naturaleza con sus hijos y amigos, y aprovecha los inviernos para montar motonieve en diferentes parques nacionales de los Estados Unidos. Le gusta, además, el senderismo, viajar, hacer excursiones. “Jueves 68”, un grupo fotográfico que fundó con sus amigos, también recoge parte de su historia. “Nos reunimos en la casa de mi mamá para hablar de fotografía y salíamos mucho de excursiones, entonces decidimos formar un grupo”. Se reunían los jueves, en el año 68, de ahí el nombre.

Pedro Borrell ha escrito varios libros, entre ellos: “Arqueología Submarina en la República Dominicana”, “The Quicksilver Galleons”, “Historia y Rescate del Galeón Concepción”; es coautor del libro “Navegantes y Náufragos” y coeditor de “La Aventura del Guadalupe”, ambos publicados en España.

 


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