INGENIERO ALFREDO DELFINO
“Les he enseñado a mis hijas que tienen que estudiar, prepararse y trabajar para llegar a sus objetivos”.
Hace muchos años decidió que hacer producir la tierra no era lo suyo; y gracias a su visión, arrojo y apoyo familiar, Delfino ha sido partícipe de gran parte del desarrollo vial del país. Pero sus proyectos no se han limitado solo a este ámbito, y tampoco comenzó en el sector construcción en República Dominicana. Veamos un poco cómo fue ese proceso.
Alfredo Delfino. Su nombre y su marcado acento denota que es extranjero, y sí lo es. De adulto se trasladó de Italia a Venezuela, y gracias a varios sucesos que se fueron concatenando, decidió radicarse definitivamente en República Dominicana, un país que lo vio nacer y crecer como empresario de la construcción.
Alfredo nació el 20 de julio del año 1950 en Carcare, Savona, Italia. Es hijo único de los italianos Aldo Giuseppe y María. De parte de madre, sus abuelos tenían una heladería, y por parte de su papá se dedicaban a varios negocios, entre ellos el de transporte y venta de agregados, “con caballos, después de la Segunda Guerra Mundial; prácticamente sigo con esa herencia de vender agregados y haciendo obras civiles”, dice sonriendo.
Hay una anécdota muy graciosa que recuerda cuando era niño, por lo que se acomoda en su sillón y dice: “Mi abuelo decía que había que sembrar. Había pasado la Primera Guerra Mundial con una crisis muy grande de comida”. Se refiere a Carlo, su abuelo paterno, el mismo que lo puso a hacer una huerta cuando tenía entre 12 y 13 años de edad.
Claramente esa no era mi intención, pero al fin tuve que quedarme. Él me enseñó cómo hacer el trabajo y preparar la tierra; pero después de una semana, le dije a mi papá que yo no podía tener la tierra debajo de mis pies. Ese no es mi negocio porque a mí lo que siempre me gustó fue la parte mecánica y la construcción”.
De sus padres también atesora hermosos recuerdos. “Me querían muchísimo. Tenía mucha confianza con mi mamá, pero no con mi papá; era un hombre muy estricto, no hablaba mucho, solo ejecutaba las cosas. Decía las cosas una sola vez; sí era sí, y si decía no… era no. No buscaba convencerlo porque no cambiaba de opinión, no se movía de ese carril”, dice.
“A mí no me dejaron salir, sino hasta los 18 años. Cuando tomé la licencia de manejar, mi papá me permitió ir a bailar una vez a la semana”, recuerda entre risas al rememorar también que cuando llegó a la edad de 20 años, le dijo con confianza: “Tuve suerte de nacer varón, porque si hubiese nacido hembra, sería monja. Él tenía una posición muy estricta con la salidera, las amistades controladas; pero hoy en día se lo agradezco”.
Y más que agradecer, Delfino lo tomó de ejemplo cuanto le tocó el turno: “He aplicado algo de eso con mis hijas, naturalmente no con la forma en que se me aplicó a mí”, dice este padre sobreprotector, que al mismo tiempo le ha dado su espacio a cada una de sus hijas.
FORMACIÓN ACADÉMICA
Delfino recuerda que su padre era una persona muy inteligente, al que le gustaba la parte mecánica. Desde que tuvo conocimiento, vio a su papá manejar personal de construcción, era un contratista. “Yo nací y crecí viendo a mi padre instalar industrias, refinerías, plantas de azúcar, siderúrgicas… yo andaba detrás él”, dice a manera de explicar el porqué decidió estudiar esa rama de la ingeniería.
A los 18 años estudió Perito Mecánico, en la Universidad de Génova, situada en la provincia del mismo nombre, en la región de Liguria, Italia. “Siempre me ha gustado la Ingeniería Mecánica”, dice Delfino, quien se desarrolló, además, como ingeniero mecánico siderúrgico, y aprendió a trabajar fotometría y laboratorio químico.
En el año 1972, se casa y comienza a trabajar en una fábrica de la industria, en una empresa llamada Electro Siderúrgica Italiana; como no había terminado sus estudios superiores, la misma empresa le pagaba profesores personales. “Era el horno siderúrgico más grande de Europa y no había nadie que supiese manejarlo, entonces la fábrica me pagaba cuatro profesores, dos horas por día para que me quedara”.
Pero llegó un momento que tuvo que tomar una decisión muy importante en su vida. “Ya la fábrica no me estaba ofreciendo alternativas, mi trabajo era muy rutinario… ya no me gustaba. Así fue como me monté en un avión, me fui a Venezuela, y allí conseguí trabajo. A los tres meses ya tenía a la familia montada en un avión”.
DE VENEZUELA A REPÚBLICA DOMINICANA
En el año 1977, Delfino fundó en Venezuela una empresa llamada Compañía Anónima de Transporte Industrial. Llegó a dicho país lleno de sueños, con muchas ganas de trabajar. En 1980 comenzó a utilizar un sistema (hoy patentado) llamado Tilt Up con el que hacía casas prefabricadas de hormigón.
¿Por qué de Venezuela decide emigrar a República Dominicana? En pocas palabras “por culpa” de unas vacaciones familiares. “En diciembre de 1982 vinimos de vacaciones por una semana a República Dominicana, y nos quedamos por tres semanas porque nos gustó mucho el país. Recuerdo que alquilamos un carro y recorrimos la isla entera”.
Desde entonces se enamoró del país, pero también tuvo mucho que ver la famosa crisis venezolana, llamada “Viernes Negro”, cuando la moneda se devaluó drásticamente en un día. Así que embarcó las máquinas rumbo a Quisqueya en el año 1984, durante el gobierno de Salvador Jorge Blanco.
Cuando llegó a República Dominica se reunió con empresarios extranjeros que estaban trabajando con una fábrica de cemento, y buscando montar un sistema de transporte, se asoció con ellos y ahí empieza realmente la actividad empresarial que después fue desarrollando con el tiempo.
Tomada la decisión de instalar una empresa en el país, pocas eran las obras existentes si se compara, claro, con las de hoy día, por lo que consideró que República Dominicana tenía mucho potencial para desarrollarse, y sencillamente el tiempo ha demostrado que no se equivocó.
En 1986, Delfino compra la empresa Distribuidora de Productos Nacionales y Extranjeros, y años después la empresa adquiere a Asfaltos Dominicanos. Iniciaron así a trabajar con el gobierno, en ese entonces con el presidente Joaquín Balaguer. Eran los mayores productores de asfalto en el país y, como tales, enfrentaron uno de sus primeros retos: la crisis de energía eléctrica que en ese momento existía. “Decidimos tener plantas eléctricas propias para cada una de nuestras necesidades. De modo que, si antes trabajábamos cuatro horas por día, ahora serían catorce por la gran demanda. En realidad, Balaguer era un constructor nato”.
En 1992 es cuando nace Consorcio Remix (que cuenta con certificación ISO en diversas categorías) que se ha destacado por ser pionera en muchos campos de la construcción, trabajando, por ejemplo, con lo que se conoce como asfalto en caliente, técnica que ellos han usado en varias avenidas como Simón Bolívar, Anacaona, Sarasota, entre otras.
Delfino cuenta, además, que fueron los primeros que trabajaron en el país con fresadoras. “Hoy en día casi todas las constructoras, medianas o grandes, tienen una o dos, pero nosotros fuimos los primeros en traerlas al país. Y seguimos avanzando dentro de lo que es tecnología de punta, para lo cual, todos los años, vamos a ferias internacionales para familiarizarnos con ellas y poderlas implementar en República Dominicana”.
Se siente muy orgulloso al recordar que fueron la segunda empresa en el país en instalar paneles solares. “Y somos la única empresa que tiene el sistema de micro pavimento. Fuimos los pioneros en implementar la técnica de reciclaje de asfalto en caliente con la máquina Wirtgen Remixer. Máquinas para la estabilización, zanjadoras, entre otras tecnologías. Contamos con la más grande y moderna flotilla de equipos en el área de la construcción de República Dominicana”.
Cómo constructora, el ingeniero destaca, además, algunos proyectos que están en su carpeta de desarrollo inmobiliario:
IL Lago Beach & Golf Cap Cana, un complejo residencial y hotelero ubicado en Cap Cana. Un espacio moderno que añade belleza arquitectónica al país, con un fuerte aporte de inversión al turismo. De unos 148 apartamentos (consta de tres edificios en su primera etapa, para una ampliación de nueve en un segundo período). Dichos edificios se manejan bajo el sistema de administración hotelera.
“Mi política empresarial siempre ha sido mantener calidad y satisfacción al cliente”, así se expresa este visionario empresario quien también forma parte de Docalsa (Dominicana de Cales), empresa que, hace apenas dos años instaló uno de los hornos más modernos del Caribe.
Pero también han afrontado varios desafíos. “Durante todos estos años hemos tenido que enfrentar muchas dificultades. Iniciamos en una época donde no se financiaban los vehículos, había que comprarlos de contado”, esto, sin duda, conllevó a que la empresa hiciera grandes inversiones en equipos y maquinarias a fin de aumentar su capacidad productiva.
Como hemos dicho, Delfino se estableció formalmente en República Dominicana hace varias décadas, por lo que no podía dejar de preguntarle cómo calificaría el desarrollo del sector que ha visto crecer y en el que se ha establecido: “Ha sido increíble”, dice, resaltando que el país cuenta con una excelente red vial en estos momentos, y ni hablar de la parte de edificaciones, la ciudad habla por sí sola”.
También es de opinión de que, si hay algo que le faltaría al sector construcción dominicano es la mano de obra a nivel técnico. “Debemos formar técnicos que sean mecánicos, electricistas, topógrafos. Hace falta una escuela técnica a nivel nacional”, menciona, haciendo referencia a la escuela técnica ubicada en San Cristóbal, en vista de que eso sería de gran ayuda para que los jóvenes puedan entrar al sector laboral con una preparación que les permita desarrollarse en el sector y poder tener mejores salarios.
MUY PERSONAL
Para Alfredo es muy difícil autodescribirse, pero sabemos por sus actos que ha sido un hombre muy familiar. “Mi marido siempre ha sido un hombre sumamente trabajador y buen esposo”, menciona su esposa Lorenza, con quien lleva casado 50 años. “Prácticamente crecimos juntos en la parte empresarial”, dice al agregar que admira de su cónyuge la constancia.
“Mi esposa siempre ha sido un apoyo muy fuerte para mí en la parte de la familia y como empresario. Ha trabajado conmigo todo el tiempo, y lo sigue haciendo hoy día. Ella trabaja en la parte administrativa, en contabilidad”.
Como padre le ha inculcado a sus hijas el valor del trabajo, y desde que tuvo la oportunidad, las llevó a trabajar con él. “Cuando cada una de mis hijas cumplió sus 15 años, trabajaban en verano en la compañía”, dice agregando de broma que tenían el puesto de “ayudante del ayudante”. Hoy Delfino mira atrás y se siente muy orgulloso como padre por haber ganado un lugar en la industria y al ver cómo sus hijas le dan seguimiento.
Y es que Delfino ahora sirve a la empresa desde la posición de presidente del Consejo, puesto que la presidencia de Consorcio Remix es responsabilidad de su hija, la ingeniera Raffaella Delfino, quien comparte responsabilidades con el ingeniero José Juan Murmann, vicepresidente de Operaciones; y la licenciada en Administración Emanuela Delfino, vicepresidenta financiera. También labora en la empresa una de sus cuatro nietas, la mayor, Isabella.
“Les he enseñado a mis hijas que tienen que estudiar, prepararse y trabajar para llegar a sus objetivos; que no solamente es diversión y fiesta, porque ahí se pierde todo, y no ponen ningún interés en la empresa. Nosotros siempre hemos adoptado en la familia que los ingresos de la compañía son de la compañía y los ingresos personales son los que se pueden gastar. Por eso, cada quien tiene un salario”.
Alfredo es un fanático de la pesca, de hecho, ha participado y ganado varios torneos nacionales e internacionales en diferentes partes del país (como en Punta Cana, Cap Cana, Boca Chica, Haina, etcétera). “El mar y la pesca son mi pasión”, dice, aunque ya no la practica como antes.
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