Monumento a la Paz y Confraternidad del Mundo Libre, es hoy el Monumento a los Héroes de Constanza, Maimón y Estero Hondo. Su nombre, al igual que otras edificaciones de la era de Trujillo, fue cambiado, sin embargo, su estructura sigue siendo la de una obra que marcó para siempre el paisaje arquitectónico de una ciudad que buscaba posicionarse en el panorama internacional.

Es probable que un dominicano se quede pensando un rato si alguien le pregunta dónde está ubicado el Monumento a los Héroes de Constanza, Maimón y Estero Hondo; pero si le preguntan ¿dónde está la “Bolita del mundo”? no vacilará en contestar: en La Feria.

Sí, así es, su nombre ha sido popularizado y acortado, por así decirlo. Empero, su pasado sigue fresco gracias a historiadores que han dejado plasmada una época que marcó a los dominicanos, y que el monumento por sí no puede contar.

El Monumento a la Paz y Confraternidad del Mundo Libre (lo llamaremos así para referirnos a sus inicios) es parte del conjunto de obras construidas para la celebración de la Feria de la Paz y Confraternidad del Mundo Libre. Dicha feria se celebró entre el 20 de diciembre de 1955 y el 31 de diciembre de 1956 en Ciudad Trujillo, como se llamaba antes la ciudad de Santo Domingo.

Dicha feria formó parte de una estrategia de gobierno en la que, el entonces presidente Rafael Leónidas Trujillo, quería demostrar el desarrollo en infraestructuras y otros aspectos de República Dominicana; además, se hizo con la firme intención de celebrar los 25 años de su gobierno.

 

 

 

Obra arquitectónica

Como una pieza central. Así es considerado el Monumento a la Paz y Confraternidad del Mundo Libre, un elemento céntrico de un complejo arquitectónico inaugurado el 20 de diciembre de 1955, como ya hemos dicho, bajo el marco de la Feria de la Paz y Confraternidad del Mundo Libre.

Este complejo incluye edificios públicos, teatros, hoteles y avenidas; un ambicioso proyecto de renovación urbana llevado a cabo durante la dictadura de Trujillo. Dicho diseño fue responsabilidad del arquitecto dominicano Guillermo González, quien estudió en la Universidad de Yale, Estados Unidos, además de realizar estudios de posgrado en Europa (en el tema sobre el edificio del Congreso Nacional, desarrollado en esta misma edición, se dan más detalles sobre la vida y las obras de Guillermo González).

Sobre la descripción del monumento, cabe resaltar que este cuenta con un obelisco de dos cuerpos, uno de ellos soportado por una bola que emula el globo terráqueo. En ella está plasmado el mapa del continente americano.

Dos largos pasillos flanquean el obelisco, estos están soportados por paredes que sirven para colocar obras. En el centro, dos jardineras, una fuente y una escultura de Ceres (diosa romana de la agricultura, las cosechas y la fecundidad).

“En la parte frontal tiene un arco formando un portal con columnas y en las bases del arco se aprovecharon los espacios formados para colocarles a cada una un mural representativo de la prosperidad de la agricultura en el pueblo dominicano”, de acuerdo con datos facilitados por el Archivo General de la Nación a este medio.

Al referirse sobre la obra de Guillermo González, su homólogo, el arquitecto Eugenio Pérez Montás, en su libro “La Ciudad del Ozama, 500 Años de Historia Urbana”, dice que: “Cuando se construyó la Feria de la Paz, en 1955, González organizó el espacio siguiendo un eje norte-sur, prolongado, ha creado en la ciudad contemporánea el más importante circuito corporativo existente. El polígono ferial, programado y ejecutado en un brevísimo período, tenía una señalada estructura de ingreso: un fenomenal diseño de líneas modernas. Majestuosa, horizontal, desafiaba a los hombres y a las máquinas”.

Pérez Montás describe, además, que en su borde oeste había una altiva forma, una especie de arpa que entonaba los vientos. En el borde este un gigantesco Apolo, un colosal con los brazos levantados: en una palma sostenía una paloma, en la otra el universo. Años después la tumbaron.

El arquitecto también recuerda, y lo plasma en su libro, haber acompañado a González en el taller de arquitectura provisional instalado en una casa de la calle Benito Monción, donde elaboraba febrilmente los distintos planos del conjunto ferial, cuyo volumen giraba alrededor de dos estructuras principales: El Palacio del Congreso Nacional y el Ayuntamiento del Distrito Nacional, ubicados uno frente al otro.

En el libro “Trazos en el Mar: Guillermo González. Arquitecto de la modernidad dominicana”, el también arquitecto Gustavo Moré define el conjunto de obras que conforman la Feria de la Paz y Confraternidad del Mundo Libre como el proyecto más ambicioso jamás emprendido por el Estado.

“Es hoy tarea imposible transmitir el impacto que la Feria de la Paz y Confraternidad del Mundo Libre produjo en la imaginación de la sociedad dominicana. Su realización, hercúlea labor encargada a un equipo de hombres invencibles, intimidados por la impronta del sumo dictador y sus adláteres, motivados por hacer real lo irreal, definió un antes y un después en la cultura del espacio en República Dominicana”.

“Era una experiencia total, abrumadora, inevitable. El coloso, inolvidable, intimidante; el portal de entrada con aquella pieza en forma de arpa cargada de motivos alegóricos al régimen; la fuente central y su maravilloso espectáculo de agua, su rumor, y la frescura de su rocío; los edificios que se abrían a plazas, particularmente el del Ayuntamiento, con aquella maravillosa planta libre inferior y sus pilastras recubiertas de mármol rojo de Samaná, que permitían el juego al escondido y las caminatas distraídas bajo la sombra de aquella masa cúbica y poderosa; el reloj con su piel de ladrillos cuadrados, sus campanadas y su sombra; aquel monumento triangular, agudo, montado sobre la esfera planetaria, frente a un estanque bajo, y al fin, la omnipresencia del mar Caribe”.

 

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