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INGENIERO MIGUEL EL-HAGE

INGENIERO MIGUEL EL-HAGE

“Los valores que te forman como ser humano son los que te complementan y hacen que puedas lograr ser un profesional de valor para la sociedad”

La construcción de la Parroquia San José de Calazans marcó de una manera muy especial, y al mismo tiempo formal, el inicio de la prolífica carrera del ingeniero Michel El-Hage, cuya empresa cuenta con una gama de proyectos únicos. Sin dudas, en esta revista especial de Trayectorias no podía faltar su historia de perseverancia, amor a Dios, a la familia y al trabajo.

Uno le ve y la primera impresión que da es que es un hombre extremadamente apacible. Luego, tras unos minutos de conversación, resalta de su personalidad la paz. Lejos estaba yo de pensar que duró 15 días en un refugió cuando estalló la guerra civil libanesa, y que tenía tan solo nueve años cuando estuvo a punto de morir tras ser bombardeada la casa donde vivía.

Pero eso no es todo, varios sucesos marcaron la vida de Michel El-Hage, un guerrero que hoy libra una batalla, pero esta vez en el campo económico a favor del desarrollo del sector construcción dominicano, un hombre que no olvida de dónde viene y que tiene muy claro para dónde va.

Michel Youd El-Hage nació el 22 de diciembre del año 1966. Hijo de Youd El-Hage y Helene Youd El-Hage, comerciantes del Líbano que se asentaron en la ciudad de San Cristóbal a mediados de la década de los 50. Aquí procrearon a sus hijos Michel Caroline, Marilyn y Jaqueline.

“Ser el mayor de tres hermanas fue una ventaja porque te enseñan muchas cosas y te crían para cuidar a tus hermanas. Mis padres también me impregnaron el amor al trabajo. Toda la vida trabajé en tienda, aprendí a vender, cobrar y devolver. En mis vacaciones abría y cerraba la tienda. Como niño no lo entiendes, pero luego te das cuenta que eso es lo que, al final, te forma y te conforman como ser humano”, expresa Michel, no sin antes contarnos la travesía que vivió su familia, semejante a un filme bélico, al intentar regresar al Líbano en dos ocasiones.

“Mi papá intentó volver a su tierra natal. Teníamos una tienda, y como él siempre ha sido muy organizado y planificado, debíamos liquidarla, proceso que tardaría unos dos o tres años”. Pensando en que para entonces Michel tendría entre 10 y 11 años, y sería más difícil insertarlo en un colegio en el Líbano, decide enviarlo a él primero a la edad de 7 años.

Ya tenía la ventaja del idioma, pues su madre lo alfabetizó en árabe al mismo tiempo que cursaba la primaria. “Cuando llegué, me sentí muy feliz. Todos los hermanos de mi papá, de mi mamá y los primos hermanos estaban allá. Aquí prácticamente estábamos solos”. Hasta ese momento todo marchaba según los planes: Michel había cursado el tercero y cuarto de primaria y faltaba poco para que sus padres y su hermana se reunieran con él.

Para entonces, corría el año 1975 y estalló la guerra civil libanesa, que duró desde 1975 a 1990. “Prácticamente dure 15 días en un refugio, en una época donde no había internet y no había ningún tipo de comunicación, solo por cartas y duraban de dos y tres meses en llegar”, fueron momentos de gran incertidumbre para todos, sobre todo luego de que uno de sus primos falleciera en medio del conflicto.

“Mi mamá me lloró aquí porque entendía que, al igual que mi primo, yo también había fallecido, y no había forma de comunicarse. Luego, le llegó un telegrama de Venezuela de unos familiares, donde le aseguraron que me habían visto y eso la tranquilizó”, pero la verdadera paz solo llegó cuando lograron hacer contacto vía telefónica.

“Antes, las conexiones eran San Cristóbal-Santo Domingo, Santo Domingo-Nueva York, Nueva York-París, y de París a Beirut”. Sus padres se turnaban las 24 horas al día hasta que un día, en la madrugada, hablaron por teléfono. “Llegó un momento en que la operadora de Nueva York le decía a mi mamá que no se preocupara que ella seguía intentando y que cuando se conectara, la llamaría. Y así fue.

“Ponme a Michel”, le dijo mi madre. “Michel está durmiendo, son las 4 de la mañana”, le contestó abuela”. Pero a su madre no le conformó esa excusa, por lo que lo levantaron y, al tomar el teléfono, Michel, escuchando la voz de su madre solo atinó a decir: “Mami, ponme a papi. Fue lo único que pude decirle. La verdad es que uno a veces es un poquito mal agradecido con las madres, porque mi mamá era una santa, era el centro del hogar, era una persona de mucho equilibrio, un ser de mucho amor. Fue un ángel que Dios nos prestó por 73 años. Pero la protección, el hijo la siente más con el papá”, reconoce Michel quien le pidió a su progenitor que lo fuera a buscar. El-Hage viene de una familia de militares, dos de sus tíos fueron héroes de guerra caídos en combate, uno de ellos murió de manos de un francotirador y otro fue puesto en retiro cuando su helicóptero fue derribado. Su papá fue el único que emigró.

Duró 16 días para poder llegar. Los aviones no llegaban directamente y como si fuera poco, Michel no tenía pasaporte. La casa donde vivía explotó y todo quedó destruido. “Eso fue un milagro porque mi tío materno me fue a buscar a mi casa paterna la noche anterior, porque se escuchaban los rumores de la guerra; no me llevé nada porque me iba solamente por esa noche. Esa madrugada bombardearon la casa, allí es cuando hieren a uno de mis primos”.

Cuando finalmente llegó al país, su padre duró dos días durmiendo en el aeropuerto, alimentándose con comida de avión; pero no se rindió hasta que regresó con su hijo sano y salvo a República Dominicana.

Sin importar lo sucedido, su deseo nunca mermó, porque en 1980 hizo otro intento. El Líbano parecía estar en paz. Esta vez Michel viajó junto a su madre y hermanas; él ya manejaba el idioma y sus hermanas tenían la posibilidad de insertarse en las escuelas del Líbano.

“Nada más hicimos entrar y a los 15 días Israel bombardeó el aeropuerto del Líbano. Lo destrozó totalmente, no había forma de salir ni siquiera en seis meses. Mi papá habló con sus hermanos, pues era poco lo que podía hacer desde República Dominicana. Tras dos meses, ellos nos sacaron en una especie de convoy, nos llevaron a Siria, y de allí regresamos a República Dominicana”.

Definitivamente su padre tomó una decisión: “Se acabó. Nos quedamos y República Dominicana será nuestra tierra y nuestro país; vamos a terminar de criar a los muchachos”, cuenta el ingeniero y deja bien claro lo mucho que ama al país, no solo por haber nacido aquí, sino por el cariño con que los dominicanos acogieron a sus padres como emigrantes, tan así, que dice que su papá “ahora mismo es más dominicano que libanés”.

NI MEDICINA NI ADMINISTRACIÓN

Michel El-Hage realizó sus estudios primarios en el Instituto Politécnico Loyola de San Cristóbal y finalizó la secundaria en el Colegio Loyola de Santo Domingo, entre los años 1972-1984 (durante este periodo recordemos que Michel cursó el tercer y cuarto de primaria en el Líbano, durante los dos años que vivió allí, gracias a que su madre lo alfabetizó en árabe). En su época escolar fue dirigente estudiantil y se graduó como Valedictorian de la promoción Loyola ’84, reconocimiento que muchos años después obtuvo su hijo.

Entre 1984 y 1990 estudió Ingeniería Civil y cursó el posgrado de Administración de la Construcción (cum laude y magna cum laude respectivamente) en la Universidad Nacional Pedro Henríquez Ureña (UNPHU). Pero la ingeniería no fue la primera opción de estudios superiores para él.

Como todo hijo de comerciante libanés, las aspiraciones de su papá era que él fuera médico. “No tenía ninguna inclinación particular de una carrera en específico. Siempre me gustaba complacer a mis padres, ayudarlos en la tienda y apoyar a mis hermanas”, dice El-Hage quien siempre fue muy solidario con su familia hasta el punto de decirle a su padre “no me desagrada, si tú quieres que yo sea médico, no le veo ningún inconveniente: yo estudio Medicina”.

Para ello cambió de politécnico, pues el Loyola de San Cristóbal era técnico, y si estudiaría Medicina tendría que hacer un bachillerato convencional. “Hice mis admisiones y me aceptaron. Viajaba todos los días desde las 5:00 de la mañana. Sistemáticamente tomaba mi carro público desde San Cristóbal hasta Santo Domingo. Regresaba en la tarde, me daba un baño, comía, iba a la tienda a cuadrar las cajas, y por las noches me ponía a estudiar”.

Pero es como dicen: del dicho al hecho hay mucho trecho. Algo pasó en el camino y al final decidió estudiar Ingeniería.

Su papá, muy motivado porque su hijo fuera médico, estaba ya dispuesto a comprar de oportunidad un consultorio que alquilaría hasta que su hijo pudiera usarlo. También hizo algunas diligencias para que visitara un consultorio de un amigo cercano para constatar que su primogénito tenía madera de galeno. Una vez allí, recuerda que tuvieron que dejar de atender a un paciente para atenderlo. Se puso “malo” cuando vio el cordón umbilical de un bebé, recuerda con una sonrisa. “No era que no me gustaba, era que no daba para eso”.

“La Medicina quedó en el pasado, y la meta ahora era estudiar Administración de Empresas, al fin y al cabo era la carrera perfecta para continuar el negocio de la tienda, puesto que había que crecer y modernizarla, y yo sería el relevo”.

Aunque ya estaba decidido a estudiar Administración de Empresas, los padres jesuitas vieron ciertas condiciones académica en él y le recomendaron estudiara una profesión diferente, aunque la meta era trabajar en la tienda.

“Cuando empecé a asistir a las charlas de orientación universitaria, fui a la de Administración de Empresas, la escuché sin parpadear. Al final, el expositor dice que lo mejor de todo esto ejercía la Administración de Empresas, pero era ingeniero civil”. Aquello fue como el “clic” para despertar la pasión oculta por la ingeniería.

Sus padres estaban de acuerdo y felices ya que “al final del día” terminaría trabajando en la tienda. Lo que nunca se imaginaron fue la decisión que tomó de trabajar por lo menos dos años luego de terminar la carrera. Dos años que se han convertido en décadas.

SU CAMINO EN EL SECTOR CONSTRUCCIÓN

Michel El-Hage fundó hace más de 30 años a Hageco, Ingenieros y Arquitectos, una de las empresas líderes del sector que se ha destacado por llevar diseño y modernización a la metrópolis dominicana, desarrollando proyectos de extrema calidad, con los más altos estándares en el ámbito residencial, comercial e industrial. En ella ha logrado conformar una experimentada y confiable estructura empresarial para liderar las más importantes y emblemáticas obras que caracterizan los desarrollos económicos y urbanos de la República Dominicana, fielmente apoyados en los valores, capacidad y dedicación a la profesión.

¿Cómo inició todo? La caja registradora manual, con la que aprendió a cobrar en la tienda textil de sus padres, sobresale del conjunto decorativo de su oficina. La ve día tras día y ella le recuerda gran parte de su historia, de la que compartiremos algunas pinceladas.

Al concluir su carrera, Michel conoce a la arquitecta Deyanira Khouri, su esposa. Los padres de Khouri eran ingenieros y arquitectos, así que hizo los arreglos para trabajar con ellos un par de años. “Al final, si uno no trabaja, realmente no se forma como profesional. Eran solo por dos años y, hasta el sol de hoy, sigo trabajando en el sector”.

Ya en el negocio de la construcción, fue viendo que la transformación de los negocios era inminente, faltaba muy poco para que las tiendas formaran plazas y muchos negocios se quedarían atrás si no se modernizaban. En aquel entonces, sus padres ya vivían en la capital y se trasladaban a San Cristóbal para atender la tienda. Había llegado la hora de tomar una importante decisión porque Michel ya no podía ayudarlos como antes puesto que se estaba haciendo cargo de su propia empresa.

Habló francamente con su padre y este lo apoyó. “Mi padre creó una relación muy estrecha con fabricantes y comerciantes de ese momento, ha sido muy querido por ellos porque es una persona extremadamente correcta, responsable y muy serio, que goza de la credibilidad de todo aquel que lo conoce. Con mucho orgullo recomendaba a su hijo, y yo con muchos retos y mucho compromiso asumía esa recomendación”, dice al narrar que así le fue abriendo las puertas en diferentes clases de proyectos.

Sobre Hageco menciona que espera en Dios que le regale 30 años más de vida para verla crecer “y ver a la siguiente generación hacerlo mejor de como lo estamos haciendo. Cuando yo cumpla 75 años de edad, Hageco cumplirá 50. Ese día voy a celebrar mis 75 años como celebré mis 25 años. 50 años de Hageco junto con mis hijos al frente de la empresa, con una familia ampliada”.

“Lo único que tú tienes es tu palabra, responsabilidad, valores, trabajo, integridad… no se puede negociar eso; la parte económica siempre va y viene. Trabajamos constantemente y de forma ininterrumpida en busca de la excelencia en cada uno de nuestros proyectos. Cuando buscas la excelencia es precisamente cumplir con el cliente, con el tiempo y los objetivos siempre con calidad”, agrega sobre la empresa, cuyas profundas y orgullosas convicciones se han materializado en proyectos de extrema calidad y estándar internacional en el ámbito residencial, comercial e industrial, lo que ha consolidado una sólida reputación basada en la confianza, avalada por todo su público.

Se siente muy orgulloso de que su padre sea parte integral de la empresa (él maneja todo lo que tiene

que ver con la división de los equipos). Su hermana menor, Jaqueline, es decoradora de interiores y también integra el equipo de trabajo de Hageco,

Michel también se muestra muy satisfecho al expresar que su hija va a ingresar ahora en la parte financiera de la compañía. “Pero tengo que mencionarte la más importante de la empresa: mi esposa, que es arquitecta. Ella es la jefa de esto y es la protagonista detrás del telón. Todos los días me debato con la pregunta de ¿cuál papel hace mejor, si el de esposa, madre o arquitecta? Definitivamente tiene el don de hacer las tres cosas”.

Durante su trayectoria como empresario, El-Hage también ha ocupado puestos de envergadura, como la presidencia de la Cámara Dominicana de la Construcción, cargo que desempeñó en el año 2020 (en el período 2018-2020 fungió como vicepresidente).

“Ocupar esta posición fue de mucho orgullo para mí. Ser elegido como presidente de la Cámara fue una forma de aportar al sector parte de lo que te ha dado, y poder aportar a la juventud emergente. La Cámara da la oportunidad de poder defender el sector y de apoyarlo. Me tocó el período de la pandemia, y juntos creamos lo que se llamó “El sector unido de la construcción”, cuyo propósito era crear las condiciones para iniciar todas las labores de construcción pospandemia, poner claras todas las reglas del protocolo que eso implicaba para poder demostrar que el sector ya estaba preparado para volver a tomar las acciones del trabajo. Gracias a esta unión conformada por varios sectores y gremios, fueron uno de los primeros sectores en iniciar, porque nos organizamos a tiempo”.

CREYENTE EN DIOS

Michel El-Hage se casó con Deyanira Khouri de El-Hage en 1994, juntos han formado una hermosa familia y son padres orgullosos de Diana Marcelle (Bachelor of Business Administration, Major in Finance), Michel José (cuarto año de ingeniería civil), y Daniel José (estudiante de segundo año de Ingeniería civil).

Un padre responsable que se esmera por enseñarles a sus hijos a no rendirse. “Le digo a mis hijos siempre: ustedes tienen que batallar día a día y luchar por lo que ustedes creen. El objetivo se logra, si no a la primera, a la segunda o a la tercera; pero hay que perseverar”.

“Los valores que te forman como ser humano son los que te complementan y hacen que puedas lograr ser un profesional de valor para la sociedad; porque académicamente tú puedes ser muy bueno, sin embargo, si no tienes la formación del hogar enfocada al trabajo, a la responsabilidad y la seriedad, no tiene sentido lo otro”, explica el ingeniero.

 


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