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INGENIERO JOSÉ O. SERULLE

INGENIERO JOSÉ O. SERULLE

“Un hombre que no tiene familia no tiene nada”.

Para el año 1971, y con apenas 25 años de edad, había creado la oficina de ingenieros constructores más joven de Puerto Rico: José O. Serulle & Asociados, Consulting Engineers, en la que diseñaban y supervisaban varios proyectos como carreteras, puentes y escuelas. Años más tarde, logra replicar sus éxitos, pero esta vez desde su país natal con la empresa Alfa 2000. ¿Cómo? Un paseo por su historia nos dará la respuesta.

Un peso a la semana. Ese fue el primer sueldo del fundador de Alfa 2000, un hombre afable y muy cordial en su trato. Eso se percibe a pocos minutos de conocer al artífice de imponentes edificios de lujo, urbanizaciones y otros proyectos marcados con un sello de calidad indiscutible. Su vida ha estado marcada por sucesos que ha sabido manejar muy bien, siempre confiando en que el buen trabajo y el esfuerzo tarde o temprano producirán sus frutos.

José Oscar Serulle Tabar nació en San Francisco de Macorís el 25 de julio del año 1946. Hijo de Raya Elías Serulle Khoury, quien llegó al país desde Palestina con ocho años de edad, y Nazja Tabar, nacida aquí pero también de ascendencia árabe. Ambos eran comerciantes y criaron a sus hijos bajo un manto de mucho amor y cariño. “Mis padres también eran trabajadores incansables y humildes”, dice el benjamín de la familia, hermano de Elías R. Serulle Tabar y Laly Serulle de Castillo.

Su niñez y adolescencia transcurrieron en San Francisco, donde siempre mostró una osadía innata como cuando le dijo a su maestra de sexto grado que la explicación a un problema de matemáticas no era la correcta. “Estaba en la escuela primaria, tenía 10 años; había una profesora (que por razones obvias no me dijo el nombre ni siquiera fuera de cámara) que estaba haciendo un problema de matemáticas y yo le dije que estaba mal hecho. Molesta, me mandó a la pizarra para que lo hiciera yo y explique por qué estaba mal. Tomé el borrador, borré lo que ella había hecho y lo hice correctamente”.

De castigo en la Dirección, así terminó esa historia con el agravante de que le mandarían una nota a sus padres, aquellos que con tan solo una mirada le hacían saber cuándo algo estaba pasando. Pero esta parte de su historia, ni ninguna otra, le quitó el amor por las matemáticas y su gran deseo de aprender.

“Era un niño tranquilo”, dijo durante la entrevista, en la que nos acompañaban sus hijas María Isabel, Jackeline, Rosa y Rosadela (en su elegante y sobria oficina decorada con uno que otro elemento deportivo que delataban sus aficiones).

Pero no tardó en confesar entre risas que “tenía muchas inquietudes y estaba ávido de saber cosas.

Era muy inquieto. Mi mamá, que era una mujer muy inteligente, habló con el dueño de una farmacia para que me ocupara cuando no estaba en la escuela”, de esa forma ella evitaba que él se diera algunas escapaditas para el río con sus amiguitos, cosa que preocupaba. De ese trabajo provenía el peso que le pagaban a la semana. “Limpiaba los vidrios y los exhibidores, ponía vaselina en cajitas, llenaba pastilleros…”.

Al hablar sobre sus padres, se emociona y dice que fueron su gran inspiración y soporte. “Nos criaron a los tres con mucho amor, pero a la vez con una rectitud ejemplar. Con su ejemplo me enseñaron los verdaderos valores a los que debía aspirar. Sin sus enseñanzas y su ejemplo no sería la persona ni el profesional que soy hoy día. Siempre los llevo en mi corazón y los admiro; valoro cada día más su sacrificio para que yo pudiera lograr y alcanzar mis metas”, dice este amante empedernido de las matemáticas, quien a temprana edad tuvo bien claro que “si los ingenieros deben utilizar las matemáticas, pues yo voy a ser ingeniero”.

SE TRASLADA A PUERTO RICO

La Isla del Encanto lo vio formarse y desarrollarse como profesional, primero que su tierra natal. Una serie de eventos que iniciaron en la universidad se fueron concatenando para ello.

José recuerda que cuando inició sus estudios en la Universidad Autónoma de Santo Domingo en el año 1964, para poder ingresar había que pasar un examen de admisión. “Éramos alrededor de 200 estudiantes y en una de las respuestas que expresé fue que de pasar ese examen no defraudaría al jurado examinador”. Pero la tarea no fue fácil, puesto que después de aprobar el examen, y por razones ajenas a su voluntad, perdió las dos primeras semanas de clases en lo que, en aquel entonces, se denominaba preparatoria, una especie de “colador” para hacer la carrera de Ingeniería.

“Cuando el profesor de matemáticas me vio entrar, me dijo que podría retirarme porque a él no le pasaría. Ya había perdido las clases básicas y que ya yo lo había defraudado. Todos me miraron, algunos se reían y otros me hacían gestos… prácticamente me dieron por perdido”. Pero no tiró la toalla con aquel desalentador comentario, y, al final, su trabajo dio frutos: “Éramos 120 estudiantes y solamente pasaron 7. Yo era uno de ellos”.

Fue el único de San Francisco de Macorís que pasó el curso. A raíz de esto un filántropo que pertenecía al Cuerpo de Paz Americano, se acercó a sus padres para ofrecerles media beca para que estudiara en Puerto Rico. Sus padres vieron una oportunidad y decidieron enviarlo al extranjero.

Antes de irse, habló con el profesor de Matemáticas, quien le dijo que estaba cometiendo un error. “La ingeniería de nosotros es tan avanzada que, cuando usted regrese de Puerto Rico, no va a poder pasar el examen de reválida, y no va a poder ejercer aquí”. Le dijo. De igual modo se fue a Puerto Rico y tres meses después estalló la Revolución del 65.

“Todos los demás estudiantes, compañeros de la Universidad Autónoma de Santo Domingo, se fueron a Puerto Rico, entonces yo era quien los asistía buscando casas”. Poco antes de graduarse de ingeniero en la Universidad de Puerto Rico, el decano de la Facultad (quien posterior fue secretario de Estado de Obras Públicas y Transportación) le proporcionó los recursos para que hiciera una maestría (Master en Diseño Estructural); incluso, en la universidad le permitieron iniciarla antes de graduarse formalmente de ingeniero.

“Durante la maestría, cuando estábamos casi terminando, había un doctor en ingeniería, un excelente maestro, que nos estaba enseñando cómo resolver un problema de tema estructural. Después de avanzada la clase, encontré una solución perfecta para ese problema y sin tener que hacer todos los pasos que él estaba haciendo”.

Cien por ciento convencido de que con una simple forma podría resolver todo eso y sin perder tiempo, se lo expuso al maestro, quien lo felicitó, aunque prefirió seguir con su método. “Al año siguiente, el mismo maestro, mencionando mi nombre, usó el método que yo había desarrollado”.

Así fue como una cosa trajo la otra y José Serulle terminó quedándose en Puerto Rico, pero no por siempre.

DE REGRESO A SANTO DOMINGO

Tras terminar sus estudios, Serulle se quedó en Puerto Rico, donde trabajó para varias compañías de diseño, y como había hecho un posgrado en diseño estructural, fue asignado a proyectos importantes, tales como: puentes, hospitales, escuelas, y edificios a base de placas plegadas de hormigón armado.

“Recuerdo que me asignaron una tarea de lograr recuperar una gran cantidad de placas plegadas de HA de 7 metros de largo, las cuales se rompían cada vez que trataban de izarlas, pues estaban vaciadas una encima de la otra. Pude encontrar la solución a ese problema y salvar la millonaria inversión del proyecto. El ingeniero que me asignó a ese proyecto, al felicitarme, me dio el siguiente consejo que nunca he olvidado: ¡Ingeniero!, cuídese del sol y del agua que son nuestros principales enemigos y no podemos controlarlos, porque lo demás usted lo resolverá con su inteligencia como resolvió este”. Ese profesional era el prestigioso ingeniero estructural Luis Sáenz, cubano, que diseñó el primer puente “Bacunayagua” pretensado, en América.

En el año 1971 Serulle crea, en San Juan, Puerto Rico, a José O. Serulle & Asociados, Consulting Engineers, la oficina más joven de ingenieros constructores de toda la isla. En ella, diseñaban y supervisaban varios proyectos.

Dicho trabajo lo realiza en paralelo con otros, que al final fue dejando atrás en la misma medida que los proyectos en la empresa iban aumentando en número y demandaban cada vez más de su tiempo. En ese tiempo ya estaba casado con Rosadela Chabebe, parte integral en el crecimiento de la empresa.

En el año 1973, decide volver a República Dominicana para ejercer su profesión, aportar los conocimientos y técnicas aprendidas en Puerto Rico y también poder compartir más de cerca con sus seres queridos. “Siempre he pensado que es muy importante estar cerca de la familia porque, a fin de cuentas, uno trabaja y se esfuerza para estar con la familia; así que decidí venir. Tenía la ansiedad de visitar a mi familia y de estar con mis padres”.

Pero no podía salir corriendo y dejar todo lo que había logrado en Puerto Rico, “así que planifique formar una compañía en República Dominicana”. Es cuando surge Alfa 2000. “Estábamos iniciando en el año 1973, con una tecnología, capacidad y una experiencia comparada al año 2000. Iniciamos con la compra de un terreno y desarrollando un proyecto como promotor y constructor en el kilómetro 9 de la autopista 30 de Mayo”.

El arquitecto Rafael Tomás Hernández también fue una pieza clave para el crecimiento de la compañía, puesto que le conectó directamente con el presidente de aquel entonces, Joaquín Balaguer, y gracias a ello y a su calidad profesional pudo hacer a Anacaona III.

Para 1976, Alfa 2000 ya hacía en paralelo proyectos de gran envergadura como las villas de los ejecutivos de la entonces compañía minera Rosario Mining Company, un proyecto muy interesante de 18 villas de lujo que incluían piscina, en el cual fue el responsable del diseño y la construcción; allí tuvo la oportunidad de trabajar también con extranjeros. Pero, además, tenía a cargo el residencial Anacaona III, y Los Charamicos, en Sosúa, Puerto Plata.

Pero sus proyectos no se limitaron a estos ya mencionados porque la compañía fue creciendo cada vez más hasta llegar a diseñar y construir urbanizaciones completas de cientos de viviendas; edificios de apartamentos, hoteles, apartamentos de bajo costo, conjunto de edificios de hasta 6 pisos, naves industriales en diferentes zonas del país, remodelaciones y construcciones completas de terminales de plantas. También realizaron proyectos para terceros, como la construcción del hotel Radisson, en Puerto Plata; y el caso de la remodelación del hotel de Cayo Levantado, en Samaná.

Entre sus obras más emblemáticas y recientes están las torres Les Champs, y Les Elyseés. “Es una belleza con una comodidad extraordinaria, sus apartamentos son grandes y cómodos con una altura de 4 metros por piso, revestimiento de estuco americano en mármol. Realmente es una torre muy bella”, dice Serulle refiriéndose a Les Champs, la torre que de alguna manera propulsó la creación de Les Elyseés. “No creo que en el país exista algo que se asemeje a ese proyecto por la calidad y el diseño en su conjunto”.

Alfa 2000 ya cuenta con una segunda generación, puesto que sus hijas están integradas a la empresa: María Isabel y Jackeline son arquitectas, Rosa es economista, y Rosadela licenciada en Diseño Arquitectónico, con una maestría en iluminación.

“Todas están integradas, son las que manejan la compañía. Soy más un asesor que un ejecutor. Y si me preguntas cuál es la obra más importante, te diría que es la familia. Ninguna obra de construcción se asemeja a formar una buena familia con cuatro hijas y una esposa bella y trabajadora; esa es la mejor obra que hemos podido lograr”.

José Serulle, quien también fundó a Prosol, la primera compañía de calentadores solares, es un hombre al que no le gusta ostentar de sus méritos y reconocimientos por su trabajo, pero es bueno mencionar que en el año 2007, la Cámara Dominicana de la Construcción presentó los proyectos de Alfa 2000 ante las Cámaras de la Construcción de Centroamérica y el Caribe, y en el país fueron reconocidos con ORDECCCAC 2007, por los servicios excepcionales en el sector de la construcción, por la labor y trayectoria en el ejercicio profesional.

Además, fue reconocida como “Empresa constructora del Año”, por sus grandes proyectos desarrollados durante el período 1997-2001 por la Cámara Dominicana de la Construcción. Primer lugar en la Categoría Institucional-Industrial y Comercial, XI Premio Obra Cemex, 2015, entre muchos más que avalan de alguna manera la trayectoria de quien también se ha desempeñado como vicepresidente de la Cámara Dominicana de la Construcción.

UN HOMBRE MARAVILLOSO

José Serulle se casó en septiembre del año 1971 con Rosadela Chabebe, procedente también de San Francisco de Macorís (a sus 15 años fue reina de belleza del pueblo y, tras la Revolución del 65, se fue a estudiar a Miami, Estados Unidos).

Se casaron en República Dominicana y luego se fueron a vivir a Puerto Rico, donde Serulle ya residía desde hacía varios años. Allí procrearon a su primera hija, María Isabel. Ya en Santo Domingo, nacieron Jackeline, Rosa y Rosadela.
Sus hijas concuerdan en que su padre es un hombre maravilloso, cariñoso, íntegro. “Como profesional y como ser humano es digno de emular por su compasión, paciencia y su capacidad de perdonar. Hemos sido bendecidos de tenerlo”, reflexiona María Isabel.

“Mi papá es la referencia de todo lo que quiero hacer, y lo que soy. He aprendido un mundo. Él me ha dado la oportunidad para aprender, esa oportunidad que no todos los padres les dan a sus hijos. Soy lo que soy por él y por mi mamá”, menciona Rosa.

Mientras que Jackeline reconoce que su papá les “enseñó desde pequeñas el valor del trabajo y del dinero. Que las cosas no vienen de gratis, y que el esfuerzo que tú le pongas a algo va a traer frutos. Medir las cosas con su justo valor, y como bien él ha dicho siempre: la familia primero. Él nunca nos puso en segundo plano”.

Rosadela también expresó sus más profundos sentimientos sobre su progenitor, y al igual que sus hermanas, no pudo evitar las lágrimas al referirse a él. “Papi nos ha enseñado a todos, algo muy importante que todavía no hemos dicho, y es arriesgarnos a trabajar confiando en que nuestro trabajo nos va a sacar adelante, porque si trabajamos bien, duro y nos enfocamos, no tenemos por qué temer. Hay que confiar y creer en Dios. Desde pequeñas nuestros padres nos han llevado a misa y nos enseñaron el valor de tener fe”.

Pero sus familiares no son los únicos que se expresan de esta manera sobre el ingeniero Serulle: Rafael del Toro, vicepresidente ejecutivo senior del Banco Popular, resalta que “sus dotes administrativos son considerables. Sus planos toman en cuenta adecuadamente cada uno de los elementos y procesos necesarios, lo que luego facilita que las entregas se sucedan de manera organizada y de acuerdo a la programación”.

Menciona, además, que esto le ha permitido alcanzar un gran desarrollo profesional y, junto a sus hijas, todas formadas en carreras de la construcción, constituyen un eficiente equipo que combina buen diseño estructural, cumpliendo siempre con las normas locales y a las pautas de ingeniería de carácter internacional de la industria de la construcción, garantizando una elegante y moderna presentación estética y funcionalidad de los espacios y racionalidad presupuestal. “Esta combinación ha sido conducente a que, desde ya hace muchos años, las instituciones financieras puedan apalancar sus diferentes propósitos con diferentes instrumentos de inversión y al día de hoy esto lo ha convertido, sin lugar a dudas, en uno de los grandes constructores dominicanos”.

Mientras, el licenciado Luis Freixas recuerda que: “Tito, como cariñosamente todos lo conocemos, aprovecha cada oportunidad de construir para demostrar su creatividad y certeza. Nada para él refleja una seria dificultad, más bien una oportunidad para encontrar una muy eficiente y práctica solución. Todo esto, unido a tener un excelente grupo de colaboradores a su alrededor que, por su forma de ser, lo apoyan y siguen para alcanzar el éxito. El país está lleno de edificios de lujos imponentes, urbanizaciones agradables y todo tipo de obras que marcan su sello de calidad indiscutible. Ahora bien, mis más altos elogios se los reservo para su condición de esposo, padre y abuelo. Ha formado junto a Rosadela, su extraordinaria esposa, una familia digna de admiración. Los felicito de todo corazón”.

El presidente ejecutivo del Grupo Universal, Ernesto M. Izquierdo, y quien conoce a Serulle desde que ambos eran estudiantes, comparte que ha tenido la oportunidad de realizar los trabajos de las instalaciones hidráulicas y sanitarias de gran parte de las obras que el ingeniero Serulle realizaba en aquel entonces.

“Al cabo del tiempo pude conocer una nueva faceta en él, pues tuve la dicha de adquirir un apartamento en una de sus torres, convirtiéndonos así en vecinos. Esto nos permitió estrechar más nuestros lazos de amistad, tanto con él como con su hermosa familia”.

 


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